jueves, 19 de enero de 2012

Limbo

Cierro los ojos. Dejo pasar millones de pensamientos por mi mente. Ni el susurro del viento me hace salir de mi inútil abstracción. Suena el teléfono. Es él. Nuevamente es él. No lo cojo. Me gusta mi estado y quiero seguir en él. Continúo en silencio. No hay nada que me pueda hacer volver a la realidad. La realidad es la que yo marco, la que yo quiero y en estos momentos, no hay otra que la del silencio. Vuelve a sonar el teléfono. Cojo el móvil y me desilusiono al ver que ésta vez no es él. Continúo exhausta. Quisiera quedarme así todo el tiempo posible. Sin hablar con nadie, sin pedir perdón, sin disculparme, sin llorar y sin herir. Sin sentir. El techo de mi habitación es blanco. Pulcro y virgen como yo un día lo fui. Quiero llamarlo. La distracción me relaja. Me aclara las ideas, los pensamientos y el corazón. No quiero seguir ocultándome bajo estas cuatro paredes que cada vez me absorben más y mas. Todo tiene su momento. Ha llegado el mío. ¿Ha llegado el mio? Creo que no. Ahora lo veo todo negro. Mis ojos están cerrados. Siento mucha paz. Suena el timbre de la puerta. Regreso de mi particular limbo. Ya no hay escapatoria. Ha llegado la hora. Sonrío. Me peino el cabello con la yema de mis dedos. Me miro en el espejo. La superficialidad se apodera de mí. Me acerco a la puerta. Voy de puntillas, no quiero dar falsas esperanzas. Pego mi ojo en la mirilla. Y sí. Es la hora de enfrentarlo. Reproches, gritos, riñas... Una y otra vez. Tristeza, llanto, dolor... Una y no más. Caricias, besos,abrazos... cómo no. Hipocresía, mentira, desesperación.